MOLINOS DE TIEMPO
Desde temprana edad me surgió la inquietud de recorrer
otros caminos, de buscar distintos horizontes, empaparme de otras aguas,
gentes, historias, otros mundos, otras voces que pudieran expandir mi espíritu.
Un anhelo era cruzar el charco, recorrer la otra orilla y observar mi mar
Caribe difuminarse con sus alegres matices desde la lejanía. Una distancia era
mi brecha, esa nueva perspectiva que podría abrir mi apreciación de mundo y
darle vuelo a mis sueños insensatos. Bastantes años después, tras mucho
trasegar, finalmente pude estar del otro lado de la mar, así logré recorrer los
vastos parajes descritos por aquel caballero andante que había marcado mis
lecturas de infancia y encontrarme frente a frente con los soñados molinos
quijotescos, aunque para mi asombro, ya no eran de madera como desde siempre
los había imaginado, ya se habían transformado en vastos gigantes blancos de
metal. Estando ahí y al mirarlos desde abajo, desde ese lugar soñado y al que
había casi renunciado por cansancio, desgaste o quizá levedad, me sentí una
especie de Quijote. Allí, tan minúscula ante esos molinos vislumbré a ese manco
de Lepanto, quien, a pesar de su visible falta, fue un emisario brillante que
tal vez nunca sospechó el alcance de su obra, ese legado costumbrista que ha
hecho del español un idioma universal. El Quijote, un luchador incansable dejó
su legado de insensatez, esa que ha permitido crear otros mundos y enaltecer el
castellano. Así, los soñadores emprendemos viajes absurdos, buscando ver
realizada la utopía. Hacer Españas implicó el sueño de algún visionario que se
aventuró a cruzar del otro lado, sin saber a ciencia cierta qué le esperaba y,
de la nada, de simples quimeras, surgió un mundo donde se han descubierto
nuevas voces que nos convocan ante la palabra como catalizador entre culturas.
Mónica Arango
Rincón
ARGENTINA
(XI Antología)
No hay comentarios:
Publicar un comentario