LA CLASE DE HISTORIA
Trasladados a un siglo ajeno los alumnos me miraban
descreídos y desinteresados. Era la clase de Historia de las Américas y les
propuse un debate, así que empezamos discrepando sobre Hernán Cortés pero
estuvimos de acuerdo con la tilma de Juan Diego y la Virgen de Guadalupe.
Discutimos sobre códices y cronistas, sobre los viajes de Colón, los Reyes
Católicos, alguna cosa sobre Cervantes y también sobre las consecuencias del
descubrimiento.
Les conté algunos chistes y logré sacarles una sonrisa en
medio del aburrimiento y la desilusión. Luego nos paseamos por la
independencia, el petróleo y la devaluación, pero como siempre no pude evitar
que el hilo conductor nos aterrizara en la realidad. La revolución se levantó
como telón de fondo y acabó con las expectativas de esta falsa clase.
Acomodé mi cabello detrás de la oreja e intenté
concentrarme en el tema que había anotado en la ficha que tenía en el bolsillo,
los minutos avanzaron y mi frustración también. Otra vez disertamos sobre la
resignación, las estrecheces y como siempre el hambre ocupó toda nuestra
atención. El reloj marcaba las cinco en punto y quería salir corriendo de allí.
Me pasé la mano por la frente y mis dedos quedaron pegados en la ficha que
contenía la clase de hoy, miré con disimulo por la ventana como si me
importaran los automóviles que circulaban por la autopista.
Alguien quiso continuar la discusión y mencionó en voz
baja la palabra libertad. Les dije que no más, que no debíamos seguir, quedamos
en silencio y aproveché para preguntarles dónde podía conseguir un poco de
azúcar y café.
Betsy Balestrini de Hernández
Abogada
CARACAS (Venezuela)
(XI Antología)
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